Hotel de playa ****


Este es un tremendo lugar que quería visitar desde hace varios años. Lejos de mi tierra, de Galicia, en la costa mediterránea, donde el turismo está mucho más presente y proliferan los hoteles a pie de playa.

En un bonito viaje por esas tierras, más de turismo que de urbex, además de ver guiris, playas y rincones pintorescos, pude quitarme la espina de poder explorar este lugar.

Se trata de un hotel de cuatro estrellas, símbolo del lujo en los años 80 y 90 que cerró sus puertas en el año 2010. Desde entonces el hotel se encuentra en lamentable estado de abandono, a la espera de un posible derribo, ya que el suelo sobre el que se alzó en los 70, privado entonces, es hoy de dominio público marítimo-terrestre y, por tanto, de competencia estatal, fuera de ordenación urbanística, lo que complica que se pueda rehabilitar.

A pie de playa, no pasa desapercibido. El enorme edificio de 276 habitaciones con vistas al mar es un esqueleto degradado con un interior que mantiene incluso el mobiliario donde parece que el tiempo se detuvo. Pese a la vigilancia privada que los propietarios mantienen, los vecinos denuncian la constante presencia de okupas, que corroboramos una vez explorado.

El sol es lo único que evita que la vieja mole de hormigón parezca el escenario de una película de terror. El viento del mar oxida las barandillas blancas de metal y arremolina los montones de maleza y hojas de palmeras que han sufrido constantes temporales. Parece que alguien abanea las cortinas que cuelgan de los balcones que han quedado abiertos, intrigando aun más su misterioso interior, detenido ante el paso del tiempo.

La aventura de explorarlo entero fue toda una experiencia, sobre todo por jugar al gato y al ratón con la vigilancia.
Fue un verdadero reto buscar y recorrer las estancias principales del hotel sin ser cazados, con la posible excusa preparada de ser unos guiris curiosos.

Con el plano visual y mental de cada planta, lo fuimos recorriendo poco a poco, sigilosamente y con toda la adrenalina. Desde las entrañas del hotel, con sus sótanos y oficinas llenas de papeleo y documentación, hasta la azotea, fascinados por sus vistas a toda la playa. Pasando por su piscina interior, gimnasio, saunas, peluquería, diferentes salones (el del piano de cola como meta final), comedores, cocinas, largos pasillos y múltiples habitaciones de diferentes decoraciones. Todo, absolutamente todo, con su refinado mobiliario noventero, conservando aún muchísimo material hostelero.

Sin duda, una de las mejores exploraciones del año. Aún así, me quedo con los pazos gallegos y las quintas portuguesas, que ya es devoción.

Las fotos fueron realizadas con móvil, ya que con cámara hubiese necesitado tres días allí dentro para inmortalizarlo todo.



PISCINA INTERIOR:










GIMNASIO:







SAUNAS Y SALAS DE ESTÉTICA:









INCONTABLES PASILLOS:










DIVERSAS HABITACIONES:













HALL DE ENTRADA:

















COMEDORES:
















COCINAS:






BALCONES:










AZOTEA: