La mansión del militar

 

Para cerrar el año como dios manda os muestro uno de nuestros mejores hallazgos en tierras Portuguesas. Esta quinta, que bien se puede denominar mansión, se cuela directamente en el top tres de lugares que más me han impresionado. 

Claro está que la propiedad perteneció a la alta sociedad, motivo más que evidente viendo su categoría.

Extensos terrenos de viñedo y ganado conformaban la producción de la vida que antes existía en este caserón. Exportaba vino a toda la región y manufacturaba mucho dinero por aquel entonces. Esto supimos preguntando a un vecino cercano.

Fue difícil averiguar información sobre la familia que residía en esta mansión. Durante la exploración, como siempre con todo el respeto, intentamos averiguar entre cartas, libros, cuadros o posibles objetos que puedan tener nombres destacados, pistas sobre los posibles propietarios de tanta riqueza. Siempre es complicado, ya que en casas tan antiguas han pasado varias generaciones.

Contrastando con varios uniformes militares en uno de los salones y diversos cuadros de retratos familiares, comprobamos que en la vivienda residieron personas relacionadas con la nobleza militar de la época, además de un famoso doctor.

La vivienda puede llevar fácil 50 años abandonada y bastantes más años en decadencia desde su buena vida en los siglos XVIII y XIX. Hoy por hoy es realmente sorprendente que se conserve tan bien. Los años han pasado y su interior ha quedado estancado en el tiempo, pudiendo apreciar toda la elegancia que aun se conserva perpleja en el tiempo.

Quizás sea la bodega más grande que ví en una vivienda, con decenas de barriles de gran antiguedad. En general  todas las habitaciones tenían los techos altos con molduras decoradas. El comedor es impresionante, con logrados acabados en la madera de sus armarios, mesa, sillas, peredes... fue una locura abrir un poco la contaventana para apreciar la inmensidad de todo. No podía faltar el ámbito religioso con una hermosa capilla en su interior, con una curiosa ventana de tragaluz dando al desván. Una de las habitaciones tenía apilados, entre otros muebles, tres pianos de pared, quien sabe si antes repartidos por otras estancias de la casa. Otra de las habitaciones, de camas gemelas, armarios gemelos, techos decorados.. preciosa por donde la veas, y todo mezclado con la decadencia de las humedades en cada esquina. Un escritorio con un espejo de madera tallado a mano de lo más complejo y tantos otros detalles de gran valor que había en cada estancia de la casa.

Una joya conservada en el tiempo que sin duda nunca olvidaré. Por que ahora es muy fácil preguntar e intercambiar ubicaciones con cualquiera, pero explorar y encontrar lugares de este calibre por cuenta propia es la verdadera satisfacción de esta afición. 

Sin duda ha sido un año difícil para el urbex. El confinamiento ha impedido muchas exploraciones y la masificación de la afición no hace nada bien para los lugares abandonados que aun se conservan. Pero a pesar de todo, sigue habiendo buena gente, con buenos hábitos en este mundillo. 

Un feliz año a todos los exploradores en peligro de extinción y lectores de este blog!














































Quinta de la escalera


Nos adentramos esta vez en otra hermosa quinta portuguesa. Dedicada a la agricultura y especialmente al vino. No se pudo averiguar mucho de su historia pero seguramente haya pertenecido a un emigrante que hizo fortuna en el extranjero, como tantas otras casonas similares que hay por el país luso.

Es impresionante la grandeza de las habitaciones, los altos techos, la elegancia de la madera y vidrieras en puertas y ventanas de toda la casa. Impresiona también su escalera central, con un tragaluz que la dota de una luz especialmente bonita.

La mayoría de las estancias estaban vacías, solo una curiosa biblioteca y un par de habitaciones conservaba todos los muebles. Cama, mesilla, armario, tocador, biombo, sillas e incluso utensilios que seguramente hayan sido de la última persona que habitó en la casa.

Ese día la sesión de fotos parecía no estar de acuerdo. Al abrir la mochila comprobamos que olvidamos el angular, por lo que hubo que conformarse con un 50-85mm. Al rato empezó a fallar la cámara y dejó de funcionar a mitad del reportaje, justo antes de retratar la preciosa biblioteca.

La idea siempre fue regresar a este lugar para completar una segunda parte del reportaje pero lo cierto es que cada vez tenemos menos tiempo para hacer incursiones urbex y si le añades una pandemia por el medio, la vuelta sigue resistiéndose.  Cabe añadir que por supuesto, la historia continuará.