La villa de los frescos

 

Es increíble la historia que esconde Portugal en sus innumerables palacetes, villas, quintas y casas con un pasado señorial. Una historia que es narrada por los libros y la gente que vivió en aquella época, pasando de generación en generación y que nosotros sentimos cuando estamos dentro de uno de estos lugares con tanto pasado. Esa sensación de vivir el presente y sentir el pasado es lo que verdaderamente te llevas y te motiva a seguir explorando lugares abandonados. 

En esta villa, su fachada de tres pisos ya imponía desde la carretera. Está totalmente descuidada y a merced del paso del tiempo, albergando salones increíbles como el que os muestro con entusiasmo. Con unos techos enormes de madera con logrados acabados y molduras, frescos de paisajes en sus cuatro paredes y un mobiliario de madera de la época. Cada rincón tenía sus detalles y era bonito de fotografiar. 

Los azulejos típicos portugueses no podían faltar. Decoraban el pasillo de entrada principal y los cuartos de baño.

Sin más dilación os muestro el reportaje que pude hacer de la casa, con poca luz y mucho calor en aquella tarde de primavera. A pesar de ello, la sensación fascinante de estar en esos salones es difícil de olvidar, ojala trasmitíroslo con las fotos. El lugar bien lo merece.
























La casa del billar

 

En el fascinante mundo de los abandonos nunca se debería de descartar de explorar un lugar por su apariencia. Existen lugares con exteriores imponentes o con muy buena pinta para explorar que al adentrarse descubres que no merecen la pena. Y viceversa, lugares con peor aspecto, que poco llaman la atención en los que descubres cosas muy interesantes.
Es el caso de esta casa, con una fachada que apenas dice nada, me adentré con poca expectativa de lo que podía encontrar. Lo único que me llamaba la atención de la casa era su clara dejadez, con un jardín completamente selvático y con hiedras llegando a su tejado.

Asomándome por dos ventanas comprobé que guardaba un interior más conservado de lo que aparentaba. Y tanto si se conservaba, entre otras cosas interesantes, el salón guarda un billar francés (sin agujeros) perfectamente conservado, con sus tacos y un marcador de puntos de madera creado por el mismo artesano que el billar. Un tal Camilo del que no obtuve más información en internet.
La verdad es que daban ganas de jugar unas partidas pero el respeto por este tipo de lugares va primero. Exploro, fotografío, y para afuera, sin huellas de haber estado por allí.