Esta mansión es sin duda uno de los mejores abandonos que he visitado. Su exterior ya te llama la atención y te hace una idea de la ilustre familia que vivía en sus años de actividad. El interior, perfectamente conservado gracias a su difícil acceso y buena conservación de la casa, es una muestra del lujo del siglo XX, únicamente alterado por la última mudanza de sus dueños.
La vivienda fue construida a finales del siglo XIX por un famoso arquitecto de la época. Pertenecía a una noble familia que al fallecer, quedó en herencia de sus hijos, pasando a ser residencia de verano. Muchos ejercieron en la medicina, siendo reconocidos con un gran prestigio. La casa poco a poco fue teniendo menos vida, cayendo en el abandono hace diez años, tras el fallecimiento de uno de los hijos que la mantenía.
Esta bonita mansión consta de tres pisos de vivienda y un sótano usado como almacén, donde aparte de viejos trastos, hay varias bicicletas de la época. El olor a cerrado estaba presente en toda la casa. Sorprende la cantidad de habitaciones, en alguna con hasta tres camas, seguro que a muchos de los hijos les encantaba pasar allí sus vacaciones. Un gran espacio de la casa lo ocupa su gran escalera de madera, chirriante en cada escalón. En el hall de entrada y la cocina, hay apilados bancos y sillas de exterior, bien resguardado tras la marcha de sus dueños. Sin duda lo más impactante de la casa es el salón, todo decorado con ostentosos detalles. Sillas, alfombra, muebles, cortinas, chimenea, espejo, lámparas… un lujo mires donde mires. Un lugar espectacular digno de conservarse muchos años más.
