La casa del letrado

 

Nos adentramos de nuevo en una casa abandonada con un aspecto bastante humilde por fuera pero con mucha sorpresa en su interior. 
Su acceso no fue nada fácil, un balcón con la puerta abierta era la única manera de entrar, así que con un poco de agilidad estábamos dentro. Lo mismo para salir, ya que para conservar los lugares la idea es dejarlos tal y como estaban, sin dejar más acceso del que había.
Una vez dentro, comprobamos que aun tenía  mucho mobiliario y objetos personales de la familia que allí vivió. Un importante letrado de la localidad con su esposa y un hijo que también estudió la vocación de su padre. 
En general la casa estaba bastante revuelta. Había cantidad de libros y documentos esparcidos por la vivienda. Parecían estar sacados de los armarios del despacho. Una habitación distinguida de la casa en la que seguramente habría documentos importantes que ya fueron retirados. Aun así, rebuscando se encontraban cosas curiosas. 
Buscando fechas para datar el abandono de la casa, encontramos alguna revista del 2006, pero quizás haya sido antes el abandono familiar y en fechas mas recientes se hayan pasado a revisar la casa. Ya que el deterioro en algunas zonas era bastante grave.



















La casa de la adolescente

 

En nuestro recorrido en busca de abandonos, se nos presenta en la nacional esta casa. Una fachada vieja, verja oxidada y jardín descuidado, motivo suficiente para parar el coche y echar un vistazo. Como siempre, buscamos un momento oportuno para entrar y probamos a ver si tiene acceso. Si no lo tiene, media vuelta y a seguir buscando, si tiene acceso (puerta o ventana rota o abierta), cámara en mano y para adentro con todo el respeto. En el momento que no se respeta alguna “norma” de esta afición, solo podemos atribuirnos como vándalos y no fotógrafos.

Esta es una casa humilde Portuguesa de comienzos de siglo XX abandonada desde 1997 y en general bastante intacta desde esa fecha.

Su distribución es de tres habitaciones, cocina, salón, comedor y baño exterior. Ver el cuarto de baño en el exterior, anexo a la vivienda, es bastante frecuente encontrarlo en casas antiguas.

La cocina era de lo más retrógrada, sin techo, dando directamente al desván. El salón estaba bastante completo, con televisión y armarios llenos de vajilla. Una de las habitaciones estaba llena de trastos viejos almacenados. Otra habitación, la de matrimonio, con apenas la cama y el armario, bastante limpia.

La última habitación fue para mi la sorpresa de la casa, ya que estaba llena de posters y recortes de revistas de adolescente de aquella época. Famosos, grupos de música, publicidad de discotecas.. ropa de chica en el armario, un cassete, libros de dibujo y el nombre de la chica por varios escritos. Un escaparate de la vida adolescente retrocediendo en el tiempo treinta años atrás.

Luego otra sorpresa fue ver una silla de ruedas en el recibidor, quizás usada en la última vida de la casa y tal vez de su dueño/a.

El motivo del abandono es desconocido, cada uno que deje fluir la imaginación.





























Mega flota pesquera

 

Estos barcos formaron parte de la flota portuguesa del bacalao en los años 50. Fueron los sucesores a la famosa “flota blanca”, substituyendo una técnica de pesca manual (con anzuelos) por una técnica de arrastre con grandes redes, la evolución en las maquinarias navales era evidente. Son navíos que llegan a medir 80 metros de largo por 15 de manga y pueden albergar hasta 3.000 toneladas de pesca, concretamente del afamado bacalao de Terranova.

En los años ochenta surgieron restricciones a la pesca en aguas exteriores que provocaron la reducción de la flota y la destrucción de gran parte de la misma. A día de hoy estos dos navíos se encuentran en un estado deplorable esperando su turno para ser despiezados en chatarra.

La incursión fue de lo más inusual, la visita no era realmente a estos dos monstruos de la navegación, sino a un bacaladero más antiguo situado a escasos metros. Viendo la grandeza de ambos barcos al pasar por allí decidimos acercarnos y matar la curiosidad.

Por suerte, al asomarnos en su interior nos sorprendió un hombre algo borracho que nos ofreció una visita guiada de lo más curiosa. Al parecer, este buen hombre era el vigilante de ambos navíos. Nos sorprendió las penosas condiciones en donde se encontraba. La situación era de un indigente ocupando una maloliente estancia del barco a cambio de cobrar cuatro duros  y vigilar durante 12 horas aquella chatarra flotante.

No teníamos mucho tiempo por delante debido a la corta luz del día, así que si queríamos aprovechar nuestra visita a estos barcos teníamos que darnos prisa, es por eso que las fotos son todas sacadas con el móvil. Además, en el interior había poca luz y no teníamos tiempo para poner el trípode en un suelo que ni siquiera estaba fijo, no por mucho tiempo el barco aun flotaba.