Abriéndose paso entre la
vegetación llegamos a la finca del pazo, su fachada es bastante imponente y a vista de maps parecía un buen sitio, sin indicios da vandalismo. Primero exploramos la zona exterior, su horreo y varias casetas usadas de
almacén en las que aun había materiales de labranza y bodega de lo más
antiguos. El interior del pazo por desgracia estaba vacío, un par
de camas viejas y un decadente reloj de pared era lo que había. En cambio, la
luz que entraba de mañana con las paredes de color turquesa le daba un encanto
especial a su interior. También tenía algún detalle chulo como una escalera de
caracol de madera que te llevaba a la azotea del edificio, usada a modo de balcón mirador. La visita fue entretenida de
un lugar del que apenas queda nada, con muchos años encima de abandono pero sin vandalismo, que al fin y al cabo en estos tiempos es algo difícil de encontrar.
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